Crónica de una detención arbitraria.
Jennifer Fonseca Padrón
La Habana, 10 de abril de 2012 No habían pasado 15 días de haber sido arbitrariamente detenidas, cuando mi madre y yo, pasamos nuevamente por esa amarga experiencia. Por desgracia tuvimos que volver contra nuestra voluntad a ese degradante calabozo de la 5ta unidad policial del municipio Playa. Lugar habitado por larvas, mosquitos y mal olor, donde la humedad que hay atraviesa las paredes manchadas por el moho. Solo porque el régimen no hace más que violar todos los días los derechos de sus ciudadanos impidiéndole transitar libremente o participar en un evento cultural, que si no es autorizado y organizado por el gobierno suelen llamarlo contrarrevolución.
Este sábado 7 de abril de 2012 temprano en la mañana cuando iba a recoger a mi mama, que me esperaba en casa con Raunel Rosquete, director de la biblioteca independiente Laura Pollan, y la dama de blanco Juana Oquendo, tomando estrategias para poder llegar al espacio Estado del Sats, donde estábamos invitadas al debate sobre la Operación Voto de Silencio organizada por la Seguridad del Estado contra los disidentes durante la visita del Papa Benedicto XVI. Lo primero que percibo a lo lejos, a unos metros de la entrada de nuestro pasillo, es la familiar cara del agente Roque, rostro que de mi memoria jamás será borrada. En los días previos y posteriores a la visita papal este se ha convertido en una persecución para nosotras. A cualquier hora del día tenemos su moto Suzuki parqueada frente a nuestra casa o a sus colegas de relevo.
Enseguida que llego le informo a mi mama que él está ahí y seguro no nos dejara llegar al evento. Enviamos un twitter a todos nuestros contactos para que estuvieran al tanto de lo que sucedía en ese momento. Decidimos salir, y ya a mitad de cuadra, sentimos aquella voz que jamás podremos olvidar y que todas las noches retumba en mis oídos. Llamaba a mi madre, se identifico, nos retiró el carnet, los teléfonos móviles para que no pudiéramos hacer ninguna llamada, dijo este. Preguntó si nos dirijamos al Estado del Sats, le contestamos que si, e inmediatamente nos montaron en la patrulla sin una orden, ni derecho a una llamada.
Era la misma unidad de hace 2 semanas, “que pesadilla tener que entrar en este lugar”, pensé. Nos metieron en uno de los pasillos que lleva directo a la oficina donde hacen la requisa de todas las pertenencias, objeto por objeto .Otra vez para el calabozo que me acogió hace 2 semanas con sus estrechos bancos, poca iluminación, suciedad y el sonar de la llaves que eran como martillazos en mi cabeza, eso sin mencionar las altas conversaciones y gritos de los oficiales de guardia.
A las doce del día pasa una de los oficiales preguntando si íbamos a almorzar ,a la cual respondimos que estábamos plantadas sin comer, ni beber agua.
Al cabo de seis horas viene la misma oficial y nos informa que ya podemos salir, nos abre la reja. Afuera en la oficina, estaba Roque esperándonos, nos dieron las carteras las revisamos para ver que todo estuviera en su lugar y salimos, ¡Adiós inmundo calabozo! “espero no verte nunca más en mi vida,” me dije, aun sabiendo que volver aquí es más seguro que poder asistir al evento del Estado de Sats, por lo menos en largo tiempo, ya que nuestro represor se lo dejo bien claro a mi mama amenazándola que si intentaba ir a otro Estado de Sats le iban a abrir un expediente e iba a estar mucho más tiempo del que hemos estado hasta ahora.
“Ustedes señores, o mejor dicho represores pueden hacer lo que quieran, eso lo tenemos bien claro, ustedes responden a los intereses de los dueños de toda la isla y eso le da la potestad de violar los derechos de todos los ciudadanos de esta isla. Solo que es imposible que con calabozos, prisiones, golpizas, amenazas y entre otros malos hábitos que aprendieron muy bien del KGB, nuestras ideas sean cambiadas o borradas.
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